viernes, 3 de octubre de 2008

"Qué bien suena este llanto"

Ricardo Gil Otaiza // Qué bien suena este llanto
Tuve el honor de conocer recientemente a la profesora universitaria, poeta, ensayista y narradora, Margarita Belandria (Canaguá, estado Mérida), luego de una situación literaria incómoda -y hasta bochornosa- para mí, que a lo mejor les comente algún día. Hallé a un ser muy especial, deslastrado de las mojigaterías propias de estos rincones del planeta (que tanto daño le hacen a la creación artística en todas sus expresiones), con una mente lúcida, abierta al mundo y sus sensaciones, con plena conciencia de su lugar y de su posición en la vida. Acordamos una cita en una frecuentada y conocida panadería de la ciudad de Mérida, y nos sentamos a hablar de literatura. Por cierto, me asombraron, entre otras cosas, su estupendo ojo avizor para las erratas de los manuscritos, su agudo sentido de la crítica, su sosegado equilibrio estético, su profundo conocimiento de los entresijos del alma y, sobre todo, su exquisita sensibilidad literaria, que le impulsa a leer y valorar (sin mezquindad alguna) lo que aquí se produce en narración y poesía.Dicen que Mérida es un pañuelo, pero a veces no me lo parece, porque no conocía a este personaje que lleva una larga y fructífera trayectoria académica en nuestra universidad, con dos obras publicadas por la Asociación de Escritores de Mérida (Fondo Editorial Ramón Palomares) y el Instituto Autónomo Centro Nacional del Libro (CENAL) en un bello tomo bifronte, que lleva por títulos: Qué bien suena este llanto (Novela) y Otros puntos cardinales (Poesía), del año 2006. Me referiré brevemente a la novela, que como dato de interés obtuvo Mención de Honor en el I Concurso de Narrativa "Antonio Márquez Salas", convocado por la ya citada Asociación.Qué bien suena este llanto es una narración plena en imágenes y sensaciones, en la que podemos percibir una densidad, una atmósfera exquisita e intrigante, un espacio fantasmal en donde lo real es imaginario y lo fantástico se hace neblina. Hallo muchos mundos en este texto, pero sobre todo el entrecruzamiento de personajes bien descritos y con fuertes cargas sicológicas que le confieren características muy particulares a lo narrado. Logra la escritora ubicarnos en los ambientes del llano y de los Andes venezolanos, para contarnos desde ambos ángulos diversas historias que se hacen antinómicas, y al mismo tiempo complementarias, en la medida en que el texto avanza y nos lleva sin descanso hacia un estremecedor desenlace.Percibo situaciones duras -a veces grotescas- en las que se nos muestra el lado pérfido de la naturaleza humana, la brutalidad del hombre contra la mujer (el machismo en su más pura expresión latina), el sometimiento sexual, la imposición de normas y de formas de vida que a todas luces se contraponen con la dignidad de las personas y con su libertad para decidir por un devenir histórico que le sean propios y connaturales. Por otra parte, hallo referentes -muy claros por cierto- del personaje femenino que se rebela ante su propio destino, y que busca una redención sobre la base de las lecciones que nos devuelve las páginas de la historia, de allí su desafío.A través de lo anecdótico y de los personajes, en esta novela se nos muestra a retazos parte de la historia venezolana: sus más conspicuos "héroes", el eterno enfrentamiento entre civilización y barbarie, y el posterior esclarecimiento por la vía del "triunfo" de la razón y del pensamiento, que se hacen eternos baluartes de las mujeres y de los hombres de estos confines planetarios. Percibo una profunda crítica -a veces airada y dolida- a ese mundo siniestro que se erige por la vía de la tradición y las costumbres, levantando su voz firme y sin ambages contra todo aquello que nos roba la posibilidad de expresar lo que llevamos dentro, y de elegir libremente nuestro destino personal y social.Nos muestra Margarita Belandria la profunda dualidad cultural y social llano-montaña, no para imponernos su criterio civilizatorio, de la mano de una moralidad descontextualizada en el campo de la creación literaria -que podría ser desde luego una opción estética, aunque luego la desdibuje-, sino a través del actuar de unos seres nítidamente perfilados (a veces difuminados), que se hacen víctimas y victimarios, agresores y agredidos a la vez, pero siempre de la mano de sus propias circunstancias vitales.rigilo99@hotmail.com
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